Práctica textil comunitaria. Una investigación para la creación de espacios de memoria emotiva.
Daniela Pizarro Torres
Angélica Muñoz (editora)
Este ensayo revisa experiencias comunitarias de creación textil de las que he sido testigo, partícipe, colaboradora, guía y acompañante; desarrolladas desde el año 2009 hasta el presente, entre Chile, Estados Unidos, España, Italia y Wallmapu. Estas experiencias comunitarias son parte de una investigación sostenida principalmente de manera nómade, en la que el arte comunitario es concebido como un ejercicio de vida que genera espacios de resistencia, organización y colaboración.
A partir de una escritura testimonial, mi interés es compartir con otres una metodología de trabajo construida colaborativamente en distintos territorios, para levantar procesos de “Autocuidado Textil” , “Cartografías Textiles Autobiográficas”, y la construcción de archivos de estos procesos de vinculación, con el objetivo de crear un sistema que respeta y preserva la memoria emotiva de las comunidades.
La creación de textiles comunitarios se sostiene en el traspaso de oficios como la costura y el quilt, y en Chile, encuentra referentes en prácticas de resistencia como las arpilleras y las piezas textiles que integraron la UNCTAD III. La construcción de archivos de procesos comunitarios se emparenta con la lógica de los archivos radicales, distanciándose así de las memorias emanadas de los centros de poder.
1. Preámbulo
La necesidad de escribir ha recorrido mi investigación, sin embargo, no es fácil transformar en palabras experiencias subjetivas, recordar procesos colectivos involucra desempolvar bitácoras, instalarlas aquí y darles cuerpo. Durante años escribí por momentos, en estado de emergencia, en los márgenes de la práctica comunitaria: semi dormida, a veces aturdida, a ratos agotada. No es fácil encontrar espacios de escritura en medio de la práctica territorial, pero son muy necesarios. Muchas veces, la escritura es lo único que da testimonio de la experiencia del proceso territorial.
Afirmo que la escritura es un ejercicio donde las experiencias recorren el cuerpo antes de convertirse en texto.
Este ensayo es un esfuerzo por recordar años de experiencias territoriales, vinculaciones, distancias y disputas con las instituciones, emergentes equipos de trabajo, construcciones de relaciones con grupos de personas, la creación de protocolos de cuidado, la añoranza de la familia nuclear y la espontánea familia extensa.
Una práctica comunitaria, es un ejercicio de vida, por lo tanto, la metodología que comparto aquí, es un diario de experiencias testimoniales.
2. Los Acuerdos comunes
Los procesos comunitarios de construcción colectiva en los que he participado tienen en común la materialidad textil. Durante los últimos años he realizado investigaciones en territorio, vinculando creaciones comunitarias textiles con archivos de documentación de los procesos de vinculación y creación territorial. Los contextos de creación y producción de estos procesos colectivos van desde grandes ciudades a pequeñas localidades, en diferentes territorios de lo que reconocemos con el nombre de Chile, América del Sur - Abyayala.
Las prácticas textiles comunitarias en las que me detendré en este ensayo han sido realizadas en colaboración con diferentes comunidades organizadas y no organizadas, siendo radical esta distinción, ya que los procesos que se desprenden son completamente diferentes. No siempre se genera una pieza, sí se construye una mesa de documentación del proceso: un archivo, que da cuenta –al ser cuidado– de la sensibilidad “registrada” durante el proceso creativo.
En estos 11 años he desarrollado residencias de profundización en diferentes contextos, generando tensiones en mi práctica, principalmente en relación a los dominios y cuidados de los resultados de los procesos colectivos. Destaco las experiencias en Ohio y Alaska, en Estados Unidos (2012-2013); Hospitallet de Llobregat, en Cataluña, España (2017); la Residencia de profundización y práctica territorial en el Museo Mapuche de Cañete (2019) y la Residencia en el programa LaValle, en Civitella, Roma, Italia (2023).
Durante 11 años, gracias a la reiteración de la práctica, en comunidad generamos un sistema de producción que respeta la memoria del grupo y del territorio.
3. Había una vez … Los inicios
Mi experiencia de trabajo con comunidades se inicia en Flor de Arte, de Fundación Coanil, en Hogares de cuidado con personas en situación de encierro y en escuelas de educación especial. Desde el año 2008 hasta el 2011 fui parte de equipos multidisciplinarios como artista y gestora cultural. Junto al equipo extenso de Flor de Arte aprendimos que la colaboración y la inclusión social son ejes básicos del trabajo comunitario desde las artes.
El año 2009, junto a Josefina Hevia (artista y arteterapeuta) , realizamos un viaje de intercambio como “Proyecto Flor de Arte” a Columbus y Athens, en Ohio, Estados Unidos.Ahí conocimos varios ejemplos de espacios de arte colaborativo en vinculación con el territorio, que generaban y fortalecían economías locales. También visitamos centros de cuidado, “hogares”, con espacios de arte abiertos a la comunidad. Muchos de estos proyectos desarrollaban colaboraciones con la Universidad de Ohio, colegios, artistas y artesanos locales, restaurantes, etc. Esta experiencia nos invitó a revisar nuestras prácticas y nos inspiró a afinar con mayor precisión nuestros espacios de taller. Al final de este viaje, recibimos el traspaso del oficio del Quilt de la anfitriona, la artista y directora de Passion Works, Patty Mittchel.
De regreso a Chile, profundizamos en la construcción de espacios seguros y cómodos, invertimos en los mejores materiales de trabajo, potenciamos el trabajo uno a uno, profundizando en la vinculación con el territorio donde se desarrollaba cada taller. Insistimos en no concentramos en la pieza final, sino que en poner la atención en el proceso creativo.
Hasta ese momento, yo realizaba piezas textiles y objetos utilitarios en pequeño formato. Poco a apoco, el sonido de la máquina de mi abuela Amalia retornó, invitándome a sumergirme en el oficio ancestral de la costura. El textil como oficio, te acerca a los materiales, está presente el tacto y el tiempo, llegó al Taller de Arte Colaborativo del Hogar Los Girasoles –espacio abierto de arte para personas con discapacidad en situación de encierro– donde sostuvimos nuestra práctica textil e incorporamos salidas a terreno, actividades de autocuidado, sesiones de danza e iniciamos el trabajo de la huerta, celebrando la vida y el cuidado colectivo en el hogar. De este modo, a través de la práctica textil–en colaboración de artistas y artesanas, trabajando uno a uno la colaboración se instaló como un eje central en mi práctica comunitaria al servicio de las subjetividades, donde lo terapéutico responde a un oficio que cuida y respeta a la sensibilidad del grupo.
Trabajar colaborativamente junto a personas con diversidad física e intelectual me entregó el privilegio de resignificar colectivamente la belleza. Aprendiendo y recordando en comunidad el rol del arte socialmente comprometido con el goce creativo, la recuperación y el cuidado de la vida. Tristemente, he sido testigo de que “la sensibilidad” es un privilegio de pocos y pocas, debido al clasismo estructural y la desigualdad respecto al acceso a la ‘educación artística’.
Durante los años 2012 y 2013 realicé residencias de investigación-acción en Estados Unidos, en Athens , Anchorage-Barrow Alaska y Cleveland, Ohio. Durante largas y extensas jornadas trabajé acompañando, desde el espacio textil, la preparación del Carnaval comunitario en Athens. Las comunidades Inupiat me enseñaron que la colaboración es una práctica ancestral que respeta el territorio, a quienes lo habitan y han crecido en él.
4. La reiteración del oficio con comunidades como una investigación de arte.
Los textiles de gran formato son herencia de los Quilt de América del Norte (patchwork, unión de los pedazos, construcción de volumen y relatos textiles), éstos están en las casas como ropa de cama, separadores de ambientes y en los establos celebrando la llegada de la primavera.
Llegar a Chile luego de estar un año en Estados Unidos implicó alejarme del “ambiente del arte” y concentrarme en el trabajo de la huerta como espacio terapéutico, práctica que desarrollamos en el Hogar Los Girasoles desde el año 2011. La acción de catastrar huertos terapéuticos, me permitió conocer huertos en Santiago y en otras ciudades de Chile. Este trabajo evidenció el poder y la resistencia del campo en la ciudad y me permitió aprender el poder de la comunidad organizada alrededor de las huertas. En paralelo a este trabajo en el que el activismo está muy presente en mi práctica, desarrollé las primeras piezas textiles de gran formato, trasladando el taller al espacio público e instalando la modalidad de las asambleas de los huertos como metodología de trabajo para la realización de los textiles.
Con esta experiencia realicé tres proyectos en PRODEMU de la Provincia de Chacabuco (Región Metropolitana). En este proceso destaco una pieza de gran formato construida por una comunidad previamente organizada, trabajo que fue muy significativo, ya que a partir de la modalidad de Asamblea Colectiva decidimos bordar nuestros derechos como mujeres. Posteriormente, el textil quedó en custodia de una de las personas del taller.
En enero del año 2017, inicié un trabajo en la Universidad de Talca, primero el ejercicio fue de traspaso de oficio textil para creaciones individuales y luego en junio desarrollamos un tapiz comunitario de gran formato en el marco de los 100 años de Violeta Parra. El proceso de autoconocimiento colectivo que instala el oficio textil, tuvo mucha repercusión en Talca, ya que el no concentrar la atención en los resultados de las piezas finales, facilitó la mirada íntima del grupo al proceso creativo, como una posibilidad de mirar en profundidad el propio camino.
A finales de junio viajé a Hospitallet (Cataluña, España) ciudad ubicada en la periferia de Barcelona. La organización que me invitó se llama LaFundició y trabajan hace muchos años en el territorio. En esta residencia me incorporé a las actividades en marcha, exhibí 3 tapices de gran formato, abrimos un espacio a la comunidad en torno al oficio textil (Bellvitge), compartí en el Centro Social Ana Diaz con el grupo textil alrededor de un tapiz de gran formato llamado “¿Adiós a Los Bloques?” (La Florida) y colaboré en el cierre de un textil desarrollado por un grupo de estudiantes con la técnica de la arpillera (Sant Andreu, Barcelona). En esta residencia de investigación heredé el oficio de crear archivos comunitarios para respaldar y cuidar las creaciones colectivas, el que luego incorporé en mi proceso de investigación como una metodología de cuidado para las creaciones textiles comunitarias y sus comunidades creadoras.
En octubre de 2018, durante la Reunión XXXII del Comité Nacional de Conservación Textil, trabajamos en colaboración con distintas organizaciones, la pieza no quedó cerrada. Quizás debido a una experiencia previa en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende, en Ovalle cuidé más el proceso, respetando la memoria de los grupos que conformamos esta creación. Logramos exhibir este textil y su archivo de producción en enero del 2022.
Inicié mi viaje a la lafkenmapu (Cañete) a fines de febrero del 2019, de la mano de muchas personas. Durante varios meses, fui reordenando mis prioridades. En estas tierras logré entender con el corazón que poner la vida al centro implica conectar con lo que es realmente importante. La lengua viva del mapuzungun, la cultura viva en el mate, la huerta, la casa alegre, la casa triste, las agujas como banderas de vida nueva, las telas recicladas como espacios de creación y lucha, sí, la lucha de no traicionar a nuestros ancestros.
Las creaciones textiles desarrolladas en Cañete, tienen en sí mismas muchas dimensiones. Ninguna de ellas ha sido terminada. Hoy los procesos con sus respectivos archivos de trabajo están resguardados en el Museo Mapuche de Cañete.
5. Lo comunitario en tensión con las instituciones del arte contemporáneo
Una creación colectiva debe aspirar a desafiar las lógicas de la cultura hegemónica que giran en torno a la exhibición, el producto final y la pieza autoral. No obstante, la mayoría de las instituciones del arte contemporáneo parecen no ser capaces aún de generar las condiciones para acoger piezas o procesos que desarticulen las nociones de autoría, de propiedad y la exposición como momento cúlmine.
En septiembre del 2016 en el Centro Cultural Gabriela Mistral, en colaboración con el colectivo Nido Textil, desarrollamos el Tapiz “Homenaje al trabajo colectivo de la U.N.C.T.A.D. III, 1972” el textil quedó bajo nuestra custodia, ya que el GAM no lo aceptó por no tener una bodega donde guardarlo. A fines de ese año desarrollamos un tapiz de gran formato en el Centro Cultural Montecarmelo, ésta pieza quedó en manos de la Institución y no fue exhibida.
Desde marzo del 2018 a fines de agosto fui responsable del desarrollo del textil comunitario en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende en Santiago de Chile. Desde el inicio el proceso tuvo la mirada puesta en la Exposición, lo que, desde mi perspectiva, no favorece ni cuida a la comunidad creadora.
Las piezas textiles no deben ser el ‘destino final’, debe cuidarse y respetarse el proceso, debe primar lo que el grupo decide, sin obviar a la persona a cargo del espacio; no se nos puede borrar, no nos podemos borrar.
6. Los archivos como testimonios de memorias en construcción
Observé y sistematice los procesos comunitarios con mis herramientas como artista, y luego de años en territorio, entendí la urgencia de la construcción de archivos como catalizadores testimoniales de los procesos de creación colectiva. Por esta razón, desde el año 2017, he intentado que en paralelo a la creación de los textiles, se generen archivos abiertos del proceso de creación colectiva, facilitando instancias para problematizar y cuestionar la memoria oficial del contexto o territorio de producción de cada artefacto textil.
Los archivos son testimonios de un modo colectivo de producción, donde cada grupo genera una identidad particular. Las creaciones generadas por y en la comunidad, construyen una estética textil comunitaria, teniendo características comunes como la reivindicación, puntada a puntada, del rol del arte socialmente comprometido con la reparación de nuestro tejido social y la mirada puesta en el proceso, en tensión con propuestas que giran en torno a resultados finales.
Los espacios de creación textil colectiva facilitan la articulación de decisiones que permiten ejercitar la voluntad, el compromiso y la confianza, fortaleciendo el autocuidado individual y colectivo. Esta estética textil colectiva es generada a partir de la construcción de espacios de escucha y de ambientes seguros, para estar y compartir, donde no sólo se construyen piezas textiles, sino que se ponen en marcha las voces de la comunidad. Así, Las prácticas comunitarias textiles generan y construyen espacios intergeneracionales de encuentro, conversación horizontal, reflexión y belleza común en torno a hilos, trapos, ropas usadas, telas guardadas por décadas, botones de nuestras abuelas, cintas y blondas recicladas, etc.
Las también llamadas “cartografías textiles”, en su proceso de creación levantan memorias olvidadas, permitiendo dialogar lo personal en el espacio público, resignificando colectivamente mandatos de género que perpetúan a la mujer en espacio íntimo, sin voz, des-autonomizada y dependiente, e invitan a las masculinidades no hegemónicas o en proceso de deconstrucción a sumarse al trabajo textil.
La delicadeza de juntar trapos y el gesto de crear íntima y colectivamente, propician en el grupo la inauguración de un diálogo profundo en torno a las memorias comunes, a las alegres y a las adoloridas, posibilitando nombrar a aquellas innombrables, rearticulando relatos y remendando tramas que ponen al centro a la sensibilidad de quienes son parte de la comunidad.
Sistematizar procesos es un privilegio, sin embargo, al instalar la producción de archivos de procesos de creación colectivos, la sistematización sucede en la medida que se va desarrollando la creación. Si sistematizamos al final, será una sistematización sesgada, que no dará cuenta del proceso creativo comunitario en su totalidad. Es importante enfatizar, que la función del archivo es respaldar el proceso de trabajo colectivo, las jerarquías del archivo, contenidos y las maneras de poner en movimiento dicho material posteriormente, debe dialogarse y problematizarse con el grupo creador. Un archivo servirá de respaldo de la creación comunitaria y también será una herramienta para cuidar al grupo y su proceso.
7. ¿arte comunitario?
Desde mi experiencia, he podido comprender el arte comunitario como una práctica vinculada a la vida, donde es central el respeto a los tiempos de creación colectiva, así como también la validación y el respeto de las diversidades presentes en las comunidades, con el foco está puesto en la vida. En este contexto, las técnicas y los oficios son vehículos para rearticular tejidos y tramas sociales.
Si el lenguaje del arte se instala sin problematizar a las estructuras de poder que lo recorren, lo comunitario pasará a un lugar sin importancia, ya que el arte lamentablemente esconde dinámicas de poder, clase y género, donde prevalecen estructuras que invisibilizan a las comunidades. Por ello, es fundamental intentar que nuestras prácticas sean anticapitalistas, a las vez que puedan tensionar y develar las estructuras de poder que recorren a las creaciones colectivas, instalando a lo comunitario por sobre el individualismo.
Podemos ejercer nuestra práctica comunitaria en donde vivimos: en nuestros barrios, en nuestra casa, etc.), o ir a otros lugares, como por ejemplo, las residencias de investigación y práctica. Sin embargo, cuando la práctica se instala desde una Institución, es muy necesario transparentar con la comunidad el rol que tendremos, posicionándose territorialmente y transparentando los objetivos de la investigación, especialmente si se está trabajando con fondos públicos y/o privados, o si el proceso contempla una exposición al finalizar.
Cuando se trabaja temáticas vinculadas a derechos humanos, racismo estructural, y otros tipos de violencia, recomiendo dialogar en torno a los cuidados de la memoria ¿Quién cuida a quienes cuidan? Y propongo hablar más de las características de una comunidad, y no poner el foco en las ‘necesidades’, recordando que trabajar con comunidades es abrir espacios de vulnerabilidad.
El arte comunitario es una práctica autónoma, y debe resistirse a ser colonizada por el arte contemporáneo. Con esto me refiero específicamente a la producción de objetos autorales, donde muchas veces las personas son invitadas a "colaborar" en la construcción de un "objeto - obra", que luego pasa a ser exhibida por "el/la artista" como pieza individual o son asumidas como piezas custodiadas por instituciones, sin contemplar en estas decisiones a las comunidades.
Lo comunitario como práctica autónoma, debe cuestionar el clasismo imperante en el arte contemporáneo, involucra una pérdida de soberanía respecto al poder, ya que no todo gira en torno al "artista productxr" y/o "al curadxr". La práctica comunitaria es un hacer colectivo en diálogo constante, sin decisiones cerradas, ni direcciones precisas fijas, tampoco debe satisfacer la mirada individual de nadie. Por el contrario, la mirada colectiva es la que debe ejercitarse. Por lo tanto, es necesaria la generosidad así como también bajar la ansiedad y las expectativas en esta práctica.
Por lo mismo, la práctica comunitaria debe aspirar a la construcción de protocolos de cuidado de las comunidades en torno al trabajo colectivo, planteando desde el inicio del proceso de trabajo, que es una creación colectiva, cuestionando el destino de la pieza y otorgándole valor al proceso de trabajo. Es preciso insistir y volver a esta conversación en cada encuentro.
La práctica comunitaria es comunitaria o no es. Sin subtítulos, ni traducciones, ni en la medida de lo posible. Sin adaptaciones en beneficio del poder: el poder del lenguaje, el poder de las instituciones, el poder de la historia del arte, el poder de la comodidad de las comunidades estereotipadas.
8. El Textil como espacio en resistencia del arte contemporáneo
Las hebras han tomado un protagonismo en el sistema del arte Chileno en los últimos años, no porque antes no existieran artistas realizando esta práctica, sino más bien, porque el mismo arte contemporáneo excluyó a las prácticas "manuales" durante años, y todo lo vinculado a lo "artesanal" fue puesto al margen.
Es por eso que la obra plástica de Violeta Parra fue invisibilizada durante años, tanto cuando ella estaba viva, en la dictadura y en el regreso a la democracia, su trabajo como artista visual e intelectual estuvo completamente invisibilizado. A inicios de los años 2000 se inauguró un espacio en el Centro Cultural de la Moneda llamado "La que viene escondida", ahí podíamos ver parte de su obra, bajo un título que dejaba ver culpa, clasismo e ignorancia.
Otro hecho que respalda la invisibilidad de la práctica textil en el arte contemporáneo chileno, son las piezas textiles de la Colección del Edificio Centro Cultural Metropolitano Gabriela Mistral –Actual GAM–, que inicia su construcción en 1971 y es inaugurado en 1972, para albergar a la III Conferencia sobre Comercio y Desarrollo la U.N.C.T.A.D. III. Esas obras textiles fueron construidas por un grupo de artistas, pagadas por el Estado de Chile y adquiridas como bienes patrimoniales, pero la dictadura arrasó con el proyecto político de la Unidad Popular, con la vida de las personas, con la Colección de arte del edificio, con la memoria colectiva de esos 3 años (1970-1973) e incluso con todo lo que antecede al 11 de septiembre de 1973. En comparación con las desapariciones forzadas de personas y la ausencia de justicia, la desaparición de las obras puede parecer irrelevante, sin embargo, las obras, son un testimonio de la violencia simbólica con la que también operó la dictadura, principal responsable de la destrucción de nuestra memoria.
Un tercer hecho, son las arpilleras y la invisibilidad de sus creadoras las arpilleristas. Las arpilleras fueron creadas en plena dictadura militar, al alero de la Vicaría de la Solidaridad. Salieron de Chile, y han sido señaladas como piezas que colaboraron con la ruptura del sesgo que la dictadura construyó con la comunidad internacional, al negar consecutivamente los abusos a los derechos humanos.
La historia de las arpilleras ha sido escrita por innumerables intelectuales y activistas, vinculados a los derechos humanos, la escritura testimonial, tesistas del extranjero y en Chile llevan años reflexionando en torno a las arpilleras como piezas de arte. Sin embargo, a pesar de los "estudios e investigaciones" aún no se reconoce a las autoras de las piezas. Las piezas siguen siendo "anónimas", se entiende el anonimato en su contexto original de producción: la dictadura, no obstante, es importante reconocer hoy a las creadoras de las arpilleras como artistas. Detrás de cada arpillera, muchas veces hay un detenido desaparecido, una detenida desaparecida y su familia.
Lo comunitario, desde el textil, tiene una memoria común antigua, una hebra gruesa, imposible de invisibilizar a estas alturas. Creo importante hacer evidente, lo que por muchos años fue invisibilizado, no estoy de acuerdo con situar a la práctica textil comunitaria, sin poner sobre la mesa la herencia que trae consigo. Una herencia no académica ¡enhorabuena!, sino que una herencia que trae consigo a nuestras abuelas y nuestros abuelos.
9. Feminismos de nuestras abuelas y ancestros
Considero a la vida como una experiencia estética, y a los feminismos que anteceden mi práctica como mensajes, relatos, cuentos que no necesariamente se enmarcan en una tradición académica.
¿Es necesario poner al centro de nuestra práctica a la vida?
Sí, es urgente.
Los procesos de creación colectiva deben construir y cuidar las experiencias sensibles, ya que éstas nos colaborarán a organizar juntas y juntos la vida que deseamos vivir. Una práctica desde un feminismo territorial escucha con respeto los relatos antiguos, sin anteponer teorías y bibliografías que no son parte del territorio. Un Feminismo que respeta al territorio, es una práctica que escucha atentamente, que se preocupa de escuchar a quienes han vivido en el territorio, que les da espacio para dialogar y que por sobre todas las cosas, es capaz de generar espacios seguros y cómodos, para que la comunidad decida (no al revés).
Ayni Poner a la vida al centro de la Vida
común – colectivo - comunitario - colaborativo
en oposición al neoliberalismo
“Un elemento indiscutible en la obra de Parra es el feminismo en acción; ella destaca como mujer libre de las convenciones sociales otorgadas por el patriarcado; pero además da especial atención y cuidado a las problemáticas femeninas.”
En las palabras de la papay Elisa Loncon podemos visibilizar la obra de Violeta Parra, principal referente para mi práctica comunitaria, tanto en sus canciones, en sus décimas, en sus pinturas, tapices, como en su abordaje territorial. La palabra feminismo no está presente en su obra, sin embargo, Violeta Parra es quien da voz, generando el registro de las voces del desconocido e inexplorado mundo rural.
Feminismo en acción, en las aventuras de nuestras abuelas, en las historias que se traspasan de boca en boca, por todos los relatos que resistieron el olvido, los textiles seguirán generando memorias comunes, levantando a tantas y tantos que no tuvieron un lugar en la historia contada para satisfacer al poder.
10. Los cuidados
Cuidar: Recordar que trabajar con comunidades es abrir espacios de vulnerabilidad.
Urge que las prácticas de arte comunitario sean entendidas y respetadas como creaciones colectivas. Apremia que el foco esté puesto en los procesos creativos, más que en los resultados finales.
Si respetamos el tiempo de construcción colectiva construiremos en reciprocidad con los territorios, provocando modos de hacer horizontales e inclusivos, respetando y honrando a quienes han trabajado previamente en el territorio. Desde las prácticas comunitarias podemos invitar a recordar las memorias de nuestros territorios, convocando a la comunidad a participar y ser parte de una creación colectiva.
Como artista fui parte de equipos multidisciplinarios con quienes aprendí la potencia de las prácticas colaborativas, desde las complejidades de una sistema que invisibiliza a las diferencias. Aprendí a soltar el control, a pedir consejos a colegas de disciplinas completamente distintas a la mía y a escuchar a lxs cuidadorxs.
En paralelo al trabajo en Flor de Arte, fui parte de experiencias de arte colectivo en calle: pintura y mosaico sobre muro y participé visibilizando el rol de los huertos comunitarios como espacios benéficos y terapéuticos para nuestra salud mental.
El año 2013, luego de regresar de Estados Unidos, me uní al trabajo del colectivo Cooperativa de Oficios, con quienes estábamos asociadas desde el año 2012. Gracias a esta comunidad el trabajo colaborativo tomó mucha fuerza, organizamos un taller (nos unimos a la Ele, Telaria) y comenzamos a dar clases. Los talleres abiertos nos permitían pagar el arriendo del taller y crecer día a día como comunidad. Nuestros oficios textiles de bordado, tejido, teñido, trenzado, aprendizaje de costura a máquina, libro textil, etc., nos mantenían unidas. Crecimos juntas, en comunidad. Recuerdo con mucho cariño como nos apoyamos las unas a las otras y también como nuestra colectividad crecía.
El año 2015, junto a la Cooperativa de Oficios - Nido Textil, viajamos a la Patagonia Argentina al Encuentro de la Lana. Recuerdo que viajé con el borrador del fanzine “Autocuidado social e individual al servicio del corazón en tiempos de rehabilitación (ex-guerra)”. Como colectivo, sabíamos que antes que socias o miembros de una colectiva éramos amigas y hermanas. Crecimos y nos hicimos grandes juntas, con los años siento que ese vínculo familiar era nuestro autocuidado como colectividad.
Este mismo año trabajé como productora en INCLUYE Encuentro para la Inclusión Social de Personas en Situación de Discapacidad en el Campo de la Cultura y las Artes. La historia textil me dio un gran remezón. En medio del trabajo de la producción en el GAM accedí a la colección patrimonial de este Edificio, comprendí su historia y conocí los textiles de gran formato construidos para el Edificio el año 1972 durante el gobierno de la Unidad Popular y posteriormente robados por los militares y sus aliados cuando se tomaron el poder el 11 de septiembre de 1973.
A inicios del 2016, fuimos convocadas como colectividad a desarrollar una pieza colectiva que tomará a la Colección Patrimonial del GAM como referente. Para mí este ejercicio es un antes y un después, yo había trabajado generando piezas colectivas de gran formato, pero nunca una pieza que reflexionará sobre la desaparición y nuestra memoria histórica. Como lo mencionaba más arriba,la pieza final no es recibida por la Institucionalidad y queda bajo nuestra custodia. El año 2017 la pieza se exhibe, y resulta muy complejo explicar la densidad del contexto de producción con una ficha descriptiva. Yo me refugié - obsesioné- con la pieza, en intentar explicar que era una pieza colectiva, que se basaba a su vez en otra pieza, robada. Me empecé a distanciar del Nido y me quedé en silenció.
Ese mismo año salí por 3 meses a realizar una Residencia a Hospitallet, junto a la LaFundaciò, los modos de hacer de esta organización me invitaron y alentaron a levantar un archivo o mesa de documentación, para acompañar la exhibición del Textil. Regresé a Chile, comencé a dar charlas sobre la experiencia realizada en el GAM en vínculo con la memoria textil, invisibilizada por completo por la historia oficial del arte.
¿Cuál fue mi autocuidado? Si miró hacia atrás me veo cansada, exhausta y desilusionada. ¿Cómo se sostienen ejercicios de tal magnitud y densidad emocional sin atravesar el túnel del estrés y la sobrecarga mental, física y espiritual? Quienes trabajamos junto a otrxs, cuidamos de los grupos, por lo menos para mí es así, cuido que el espacio esté abrigado, ventilado, con los materiales adecuados, etc. La chilena, es una sociedad tan neoliberal, que situar este tipo de práctica es resistir y muchas veces –malamente– olvidarse de unx mismx es la única manera de llevar a cabo este tipo de práctica. Apagar las necesidades íntimas y vitales es la única manera de sostener procesos, sin embargo, no es esto último un exitazo para el sistema neoliberal; un cuerpo cansado no puede sostener procesos a largo plazo, o más bien en algún momento vas a dejar de trabajar, porque te vas a enfermar.
El cuidado del otrx, el cuidado de sí mismx, el cuidado del grupo, el cuidado de la memoria del territorio, el cuidado de las memorias que se levantan y se despiertan al coser (...)
11. Posdata. Protocolos para las memorias de los trapos
En octubre del 2019, por razones laborales me encontraba en Barcelona. Desde una televisión en la recepción de un hotel fui testigo del estallido social. No tengo palabras para explicar la mezcla de sensaciones y emociones, sin embargo, la distancia generó en mí una oportunidad; fueron los relatos de otras y otros los que me permitieron vivir el estallido social. El relato grupal más significativo fue el de la Asamblea Textil del Elqui, donde realizamos una cartografía comunitaria textil. La metodología inicial de asamblea colectiva, nos permitió organizar el relato común. Un relato polifónico de esperanzas y organización popular, desde voces de mujeres y niñas de diversas localidades del valle del Elqui, dieron cuerpo a un boceto colectivo de la marcha que se organizó en el valle y que recorrió desde el Valle al Mar. Dividimos el dibujo y nos reunimos una semana después a unir las piezas.
Testimonios colectivos de un territorio común. Donde no se invisibilizan las emociones, ni los sentimientos.
La Cartografía Textil del Valle al Mar, es cuidada por la Asamblea Textil, la pude visitar en noviembre del año 2021. La creación colectiva me envolvió, recordándome que registrar memorias con aguja e hilo, es reivindicar a las voces y los testimonios de todo aquello que como colectividad queremos recordar e insistir.
Para terminar, quiero insistir respecto a la urgencia de la construcción de espacios de cuidado y escucha; espacios para maternar colectivamente a nuestros dolores, frustraciones, tristezas y traumas. Espacios que propicien sentirnos cómodxs y segurxs, para maternar -abrigando y conteniendo-, invitando a liberar a la palabra enmudecida.
El rol de los archivos en estos procesos es el de registrar testimonios de creaciones vivas. Las piezas textiles de gran formato construidas colectivamente, guardan memorias íntimas de los grupos, éstas deben cuidarse y exhibirse junto al Textil; la pieza final es indisoluble de su proceso y de su grupo creador.
La sociabilización de la documentación del proceso creativo en la exhibición, es lo que este texto intenta plantear como un ejercicio de cuidado mínimo, donde no debemos invisibilizar a las comunidades creadoras, en privilegio de la exposición de la pieza ‘final’.
El protocolo debe asegurar involucrar al grupo creador respecto a las medidas de preservación, los estándares mínimos de cuidado de las piezas y el material gráfico, el montaje, almacenaje.
Es urgente re-pensar con las comunidades la construcción de protocolos colectivos, autónomos a las instituciones que potencialmente custodiarán las piezas. En la medida en que, como grupos, nos eduquemos respecto al lenguaje del cuidado de nuestras creaciones, aseguraremos la soberanía colectiva de nuestros trabajos. Cuidar al grupo es preservar que las piezas colectivas no se transformen en objetos de culto, aislados de quienes las construyeron y dieron vida.
Como lo dijo Nemesio Antúnez “No sólo en Chile, en el mundo entero el concepto de museo como un mausoleo donde entran a dormir el sueño inmortal de las obras consagradas, dejó de existir. Q.E.P.D.” Debemos aspirar a que cada comunidad, cada grupo desde su propia orgánica , decida dónde y cómo guardar su pieza. Esto sólo sucederá si entregamos espacios y herramientas para que esto se desarrolle.
“Los espacios públicos son cruciales para la construcción de comunidades que cuidan porque son igualitarios y accesibles para todos, y pueden fomentar la convivencia, las interconexiones y el surgimiento de la vida comunitaria. Debemos crear, recuperar y exigir más espacios públicos”.
Finalmente, los protocolos no deben ser frías estructuras, sino que pueden ser espacios para imaginar los cuidados de las creaciones colectivas y sus comunidades creadoras, siendo fieles el origen de éstas creaciones vivas,construyendo protocolos colaboraremos en preservar nuestras piezas, cuidando y respetando la construcción de la vida comunitaria.
Epílogo
En Chile, en Guanaqueros, en las idas a la playa, se colectiviza la vida, y no cuidas "solo a quienes son tuyos", la mirada se extiende, y todxs somxs Salvavidas en la orilla. Lo mismo pasa con la comida, no llevas comida para ti, sabes que la comida que llevas la vas a compartir, y que otrxs van a compartir contigo. También sabes que si no tienes, algo te llegará. El hacer comunitario, como oficio, es un trabajo antiguo. No es apéndice de lo contemporáneo. Les invito a imaginar y pensar en prácticas comunitarias que recorran su biografía.
Llevo más de 10 años ampliando mi práctica de los márgenes del arte contemporáneo, primero con comunidades con diversidad física e intelectual en situación de encierro, luego con comunidades con diagnósticos de salud mental en situación de encierro, en escuelas "especiales" con personas con situación de discapacidad física e intelectual, investigando en territorio con comunidades al huerto como espacio restablecedor del alma.
Salí a la calle, como cuando suena la campana para el recreo, me hice una mujer adulta caminando con mi grupo de Las Dalias (Viña del Mar) por los cerros de Valparaíso. No me arrepiento de mi camino, al contrario siento un orgullo grande por el dibujo realizado, y por la aventura de dibujar en comunidad un camino que aunque a veces no es reconocido por mis pares "lxs especialistas jurados", es la decisión más consciente que he tomado en esta vida. Ser con otrxs, en compañía, problematizar la individualidad, perderme en la colectividad, recuperar y validar el autocuidado del espacio íntimo, sin dejar de acompañar procesos comunitarios.
Soy muy porfiada. Ser perseverante es una característica que podría caracterizar a mi práctica. La aguja y el hilo, llegan a mí por herencia familiar. Luego recibo una formación en Estados Unidos (2009) sobre arte "colaborativo" con un foco desde el lenguaje de la ingeniería comercial, el marketing y la inclusión social desde las artes, en ese mismo viaje a la Pepa y a mí, nos traspasaron el Quilt (patchwork, unión de los pedazos, construcción de volumen y relatos textiles). En mi cabeza explotaba la memoria de mi abuelita Amalia y Violeta Parra. La Pepa había hecho su tesis de arte con arte textil, unos bordados de gran formato, cuando los vi me abrieron la cabeza.
Yo, hasta ese momento, no tenía vinculación con el textil "desde el arte contemporáneo".
Bibliografía
Antunez, Nemesio. «El museo ha muerto…¡Viva el museo!». La Nación. 21 de marzo de 1971.
Espinoza M, Fanny, Grüzmacher, María Luisa. Manual de Conservación Preventiva de Textiles. Santiago: Comité Nacional de Conservación Textil. Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos. Fundación Andes, 2002.
Loncon, Elisa. «Violeta Parra: Los vínculos de su obra con la cultura mapuche y originaria». En Violeta Parra Después de vivir un siglo. Ed. por Claudia Guzmán Mattos, 165- 196. Santiago: Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, 2017
The care collective. El Manifiesto de los cuidados. La política de la interdependencia. Barcelona: Ediciones Bellaterra, 2021
Entradas Recientes
Ver todoSabía poco de la ciudad, así que la sorpresa era constante, me sorprendía todo y cada pequeño detalle me hacia pensar: ¡Wau estoy en...
Llevo dos meses y medio en la Civitella de Licenza provincia de Roma Mis jornadas inician temprano, algunos días al alba, otros un poco...
"No es la muerte lo que nos permite entendernos, sino la poesía" "Non è la morte che ci permette di comprenderci gli uni con con gli...
Comentários